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LITERATURA DEL SIGLO XVIII

TEXTOS 2 º BACHILLERATO. LITERATURA DEL SIGLO XVIII.

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LITERATURA DEL SIGLO XVIII

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Presentation Transcript


  1. TEXTOS 2º BACHILLERATO LITERATURA DEL SIGLO XVIII

  2. “Nuestra esperanza en el porvenir de la especie humana puede reducirse a tres puntos importantes: la destrucción de la desigualdad entre las naciones, los progresos de la igualdad dentro de un mismo pueblo, y, en fin, el perfeccionamiento real del hombre.Llegará pues el día en que el sol no alumbrará en la tierra más que a hombres libres, que no reconozcan a otro señor que su propia razón (...).Con una buena elección tanto de los conocimientos como de los métodos para enseñarlos, se puede instruir a todo un pueblo de todo lo que cada hombre necesita saber sobre la economía doméstica, la administración de sus negocios, el desarrollo de sus facultades, el conocimiento de sus derechos (...), para ser dueño de sí mismo.La igualdad de la instrucción corregiría la desigualdad de las facultades, lo mismo que una legislación previsora disminuiría la desigualdad de riquezas. Aceleraría el progreso de las ciencias y de las artes creándole un medio favorable y multiplicando los artesanos (...). El efecto sería el crecimiento del bienestar para todos.” Condorcet. Cuadro histórico del progreso humano. 1793. EL ESPÍRITU ILUSTRADO

  3. Según la “Poética” de Luzán: "La poesía es imitación de la naturaleza en lo universal o en lo particular, hecha con versos, para utilidad o para deleite de los hombres, o para uno y otro juntamente" poesía

  4. VUELVE, MI DULCE LIRA… Vuelve, mi dulce lira,vuelve a tu estilo humilde,y deja a los Homeroscantar a los Aquiles. Canta tú la cabañacon tonos pastoriles,y los épicos metrosa Virgilio no envidies. No esperes en la cortegozar días felices,y vuélvete a la aldea,que tu presencia pide. Ya te aguardan zagalesque con flores se visten,y adornan sus cabezasy cuellos juveniles. Ya te esperan pastores,que deseosos vivende escuchar tus canciones,que con gusto repiten. Y para que sus vocesa los ecos admireny repitan tus versoslos melodiosos cisnes,vuelve, mi dulce lira,vuelve a tu tono humilde,y deja a los Homeroscantar a los Aquiles. José Cadalso: Ocios de mi juventud, 1773 Poesía rococó

  5. EL LEÓN Y EL RATÓN Estaba un ratoncillo aprisionado en las garras de un león; el desdichado en la tal ratonera no fue preso por ladrón de tocino ni de queso, sino porque con otros molestaba al león, que en su retiro descansaba. Pide perdón, llorando su insolencia; al oír implorar la real clemencia, responde el rey en majestuoso tono —no dijera más Tito—: «Te perdono». Poco después cazando el león tropieza en una red oculta en la maleza: quiere salir, mas queda prisionero; atronando la selva ruge fiero. El libre ratoncillo, que lo siente, corriendo llega: roe diligente los nudos de la red de tal manera, que al fin rompió los grillos de la fiera. Conviene al poderosopara los infelices ser piadoso;tal vez se puede ver necesitadodel auxilio de aquel más desdichado. Félix Samaniego Poesía utilitaria

  6. Cuando mi blanda Nise lasciva me rodea con sus nevados brazos y mil veces me besa, cuando a mi ardiente boca su dulce labio aprieta, tan del placer rendida que casi a hablar no acierta, y yo por alentarla corro con mano inquieta de su nevado vientre las partes más secretas, y ella entre dulces ayes se mueve más y alterna ternuras y suspiros con balbuciente lengua, ora hijito me llama, ya que cese me ruega, ya al besarme me muerde, y moviéndose anhela, entonces, ¡ay!, si alguno contó del mar la arena, cuente, cuente, las glorias en que el amor me anega. • JUAN MELÉNDEZ VALDÉS anacreóntica

  7. Su desgracia fue que siempre le deparó la suerte maestros estrafalarios y estrambóticos como el cojo, que en todas las facultades le enseñaban mil sandeces, formándole desde niño un gusto tan particular a todo lo ridículo, impertinente y extravagante que jamás hubo forma de quitársele. Y aunque muchas veces se encontró con sujetos hábiles, cuerdos y maduros que intentaron abrirle los ojos para que distinguiese lo bueno de lo malo [..,], nunca fue posible apearle de su capricho: tanta impresión habían  hecho en su ánimo los primeros disparates (...) Así, decíale: -- De estas veinte y cuatro letras, unas se llaman bocales, y otras consonantes. Las bocales son cinco: o, e, i, o, u. Llámanse bocales porque se pronuncian con la boca. —Pues, ¿acaso las otras, señor maestro —le interrumpió Gerundico con su natural viveza—, se pronuncian con el cu...? —y díjolo  por entero.      Los muchachos se rieron mucho. El cojo se corrió un poco; pero, tomándolo a gracia, se contentó con ponerse un poco serio, diciéndole: —No seas intrépido y déjame acabar lo que iba a decir. Digo pues, que las bocales se llaman así porque se pronuncian con la boca y puramente con la voz; pero las consonantes se pronuncian con otras bocales. Esto se explica mejor con los ejemplos. A, primera vocal, se pronuncia abriendo mucho la boca: a. Luego que oyó esto Gerundico, abrió su boquita y, mirando a todas partes, repetía muchas veces:  —a,a,a; tiene razón el señor maestro. El maestro quiso saber si los demás muchachos habían aprendido también las importantísimas lecciones que los acababa de enseñar, y mandó que todos a un tiempo y en voz alta pronunciases las letras que les había explicado. Al punto se oyó una gritería, una confusión y una algarabía de todos los diantres. Unos gritaban a, a; otros e. e; otros i, i; otros o, o. El cojo andaba de banco en banco, mirando a unos, observando a otros y enmendando a todos: a éste le abría más las mandíbulas; a aquel se las cerraba un poco; a uno le plegaba los labios; a otro se los descosía, y en fin, era tal la gritería, la confusión y la zambra, que parecía la escuela ni más ni menos el coro de la Santa Iglesia de Toledo en las vísperas de la Expectación. PADRE ISLA: Fray Gerundio de Campazas narrativa

  8. La reforma de nuestro teatro debe empezar por el destierro de casi todos los dramas que están sobre la escena. No hablo solamente de aquéllos a que en nuestros días se da una bárbara preferencia; de aquéllos que aborta una cuadrilla de hambrientos e ignorantes poetucos, que, por decirlo así, se han levantado con el imperio de las tablas para desterrar de ellas el decoro, la verosimilitud, el interés, el buen lenguaje, la cortesía, el chiste cómico y la agudeza castellana. Semejantes monstruos desaparecerán a la primera ojeada que eche sobre la escena la razón y el buen sentido; hablo también de aquéllos justamente celebrados entre nosotros, que algún día sirvieron de modelo a otras naciones, y que la porción más cuerda de la nuestra ha visto siempre, y ve todavía, con entusiasmo y delicia. Seré siempre el primero a confesar que sus bellezas inimitables, la novedad de su invención, la belleza de su estilo, la fluidez y naturalidad de su diálogo, el maravilloso artificio de su enredo, la facilidad de su desenlace, el fuego, el interés, el chiste, las sales cómicas que brillan a cada paso en ellos. Pero ¿qué importa, si estos mismos dramas, mirados a la luz de los preceptos, y principalmente a la de la sana razón, están plagados de vicios y defectos que la moral y la política no pueden tolerar? […]Es por lo mismo necesario sustituir a estos dramas por otros capaces de deleitar en instruir, presentando ejemplos y documentos que perfeccionen el espíritu y el corazón de aquella clase de personas que más frecuentará el teatro. Gaspar M. de Jovellanos, Memoria sobre espectáculos y diversiones públicas ENSAYO

  9. Carta XXIII De Gazel a Ben-Beley Hay hombres en este país que tienen por oficio el disputar.Asistí últimamente a unas juntas de sabios, que llamanconclusiones. Lo que son no lo sé, ni lo que dijeron, ni si seentendieron, ni si se reconciliaron, o si se quedaron con elrencor que se manifestaron delante de una infinidad de gentes,de las cuales ni un hombre se levantó para apaciguarlos, noobstante el peligro en que estaban de darse puñaladas, segúnlos gestos que se hacían y las injurias que se decían; antes losindiferentes estaban mirando con mucho sosiego y aun congusto la quimera de los adversarios. Uno de ellos, que tenía más de dos varas de alto, casi otras tantas de grueso, fuertespulmones, voz de gigante y ademanes de frenético, defendiópor la mañana que una cosa era negra, y a la tarde que erablanca. Lo celebré infinito, pareciéndome esto un efecto dedocilidad poco común entre los sabios; pero desengañémecuando vi que los mismos que por la mañana se habían opuestocon todo su brío, que no era corto, a que la tal cosa fuesenegra, se oponían igualmente por la tarde a que la misma fueseblanca. […]Nada entendí de todo esto. José Cadalso, Cartas marruecas

  10. CARTA LXXIIGazela Ben-Beley    Hoy he asistido por mañana y tarde a una diversión propiamente nacional de los españoles, que es lo que ellos llaman fiesta o corrida de toros. Ha sido este día asunto de tanta especulación para mí, y tanto el tropel de ideas que me asaltaron a un tiempo, que no sé por cuál empezar a hacerte la relación de ellas. Nuño aumenta más mi confusión sobre este particular, asegurándome que no hay un autor extranjero que hable de este espectáculo, que no llame bárbara a la nación que aún se complace en asistir a él. Cuando esté mi mente más en su equilibrio, sin la agitación que ahora experimento, te escribiré largamente sobre este asunto; sólo te diré que ya no me parecen extrañas las mortandades que sus historias dicen de abuelos nuestros en la batalla de Clavijo, Saldo, Navas y otras, si las excitaron hombres ajenos de todo el lujo moderno, austeros en sus costumbres, y que pagan dinero por ver derramar sangre, teniendo esto por diversión dignísima de los primeros nobles. Esta especie de barbaridad los hacía sin duda feroces, pues desde niños se divertían con lo que suelen causar desmayos a hombres de mucho valor la primera vez que asisten a este espectáculo.

  11. De Nuño a Gazel, respuesta de la antecedente (...) El siglo pasado no nos ofrece cosa que pueda lisonjearnos. Se me figura España desde fin de 1500 como una casa grande que ha sido magnífica y sólida, pero que por el discurso de los siglos se va cayendo y cogiendo debajo a los habitantes. Aquí se desploma un pedazo del techo, allí se hunden dos paredes, más allá se rompen dos columnas, por esta parte faltó un cimiento, por aquélla se entró el agua de las fuentes, por la otra se abre el piso; los moradores gimen, no saben dónde acudir; aquí se ahoga en la cuna el dulce fruto del matrimonio fiel; allí muere de golpes de las ruinas, y aun más del dolor de ver a este espectáculo, el anciano padre de la familia; más allá entran ladrones a aprovecharse de la desgracia; no lejos roban los mismos criados, por estar mejor instruidos, lo que no pueden los ladrones que lo ignoran. Si esta pintura te parece más poética que verdadera, registra la historia, y verás cuán justa es la comparación. Al empezar este siglo, toda la monarquía española, comprendidas las dos Américas, media Italia y Flandes, apenas podía mantener veinte mil hombres, y ésos mal pagados y peor disciplinados. Seis navíos de pésima construcción, llamados galeones, y que traían de Indias el dinero que escapase los piratas y corsarios; seis galeras ociosas en Cartagena, y algunos navíos que se alquilaban según las urgencias para transporte de España a Italia, y de Italia a España, formaban toda la armada real. Las rentas reales, sin bastar para mantener la corona, sobraban para aniquilar al vasallo, por las confusiones introducidas en su cobro y distribución. La agricultura, totalmente arruinada, el comercio, meramente pasivo, y las fábricas, destruidas, eran inútiles a la monarquía. Las ciencias iban decayendo cada día. Introducíanse tediosas y vanas disputas que se llamaban filosofía; en la poesía admitían equívocos ridículos y pueriles; el Pronóstico, que se hacía junto con el Almanak, lleno de insulseces de astrología judiciaria, formaba casi toda la matemática que se conocía; voces hinchadas y campanudas, frases dislocadas, gestos teatrales iban apoderándose de la oratoria práctica y especulativa. Aun los hombres grandes que produjo aquella era solían sujetarse al mal gusto del siglo, como hermosos esclavos de tiranos feísimos. ¿Quién, pues, aplaudirá tal siglo?

  12. TEDIATO.- ¡Qué noche! La oscuridad, el silencio pavoroso, interrumpido por los lamentos que se oyen en la vecina cárcel, completan la tristeza de mi corazón. El cielo también se conjura contra mi quietud, si alguna me quedara. El nublado crece. La luz de esos relámpagos..., ¡qué horrorosa! Ya truena. Cada trueno es mayor que el que le antecede, y parece producir otro más cruel. El sueño, dulce intervalo en las fatigas de los hombres, se turba. El lecho conyugal, teatro de delicias; la cuna en que se cría la esperanza de las casas; la descansada cama de los ancianos venerables; todo se inunda en llanto..., todo tiembla. No hay hombre que no se crea mortal en este instante... ¡Ay, si fuese el último de mi vida, cuán grato sería para mí! ¡Cuán horrible ahora! ¡Cuán horrible! Más lo fue el día, el triste día que fue causa de la escena en que ahora me hallo. Noches lÚgubres (PRERROMANTISCISMO)

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