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Domingo 19º del tiempo ordinario. Ciclo B. Día 12 de Agosto de 2012. En tres domingos se expone. el discurso de Jesús sobre el pan de vida. Hoy: la 2ª parte. Era el día después de la multiplicación. de panes y peces. El domingo pasado comenzaba Jesús
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Domingo 19º del tiempo ordinario Ciclo B Día 12 de Agosto de 2012
En tres domingos se expone el discurso de Jesús sobre el pan de vida. Hoy: la 2ª parte
Era el día después de la multiplicación de panes y peces
El domingo pasado comenzaba Jesús prometiendo un pan más beneficioso que el maná recibido en el desierto
Hoy insiste en que debemos recibir ese pan maravilloso para poder poseer la vida eterna. Por ello es necesario tener fe en Jesús. Nos dice así el evangelio de este domingo: Jn 6, 41-51
En aquel tiempo, los judíos criticaban a Jesús porque había dicho: "Yo soy el pan bajado del cielo", y decían: "No es éste Jesús, el hijo de José? ¿No conocemos a su padre y a su madre? ¿Cómo dice ahora que ha bajado del cielo?" Jesús tomó la palabra y les dijo: "No critiquéis. Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que me ha enviado. Y yo lo resucitaré el último día. Está escrito en los profetas: "Serán todos discípulos de Dios." Todo el que escucha lo que dice el Padre y aprende viene a mí. No es que nadie haya visto al Padre, a no ser el que procede de Dios: ése ha visto al Padre. Os lo aseguro: el que cree tiene vida eterna. Yo soy el pan de la vida. Vuestros padres comieron en el desierto el maná y murieron: éste es el pan que baja del cielo, para que el hombre coma de él y no muera. Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo."
La gente duda y murmura, porque Jesús ha dicho: “Yo soy el pan bajado del cielo”. Y no le cree porque muchos conocen a la familia de Jesús, a sus padres y sus hermanos. Por eso se dicen: “¿Cómo puede haber bajado del cielo?”
Jesús solía residir en Cafarnaún en casa de Pedro y Andrés.Esta ciudad estaba cerca de Nazaret y todos se conocían, San José habría trabajado bastante por Cafarnaún y los alrededores. Quizá Jesús le habría acompañado alguna vez.
Quien quiera aceptar ese pan bajado del cielo, que es Jesús, necesita tener fe. Hoy nos dice Jesús que nadie va a El, por la fe, si el Padre no le atrae. La fe es un don de Dios; pero que no lo quiere imponer, sino que lo quiere dar a quien se dispone dignamente.
Dios pone la fe, el hombre pone la aceptación y Dios nos da la resurrección. Jesús nos resucitará.
Yo soy el pan de vida Automático
el que venga a mi no tendrá hambre,
el que crea en mi no tendrá sed.
Nadie viene a mi si mi Padre no le atrae.
yo le resucitaré en el día final.
Yo le resucitaré,
yo le resucitaré,
yo le resucitaré en el día final. Hacer CLICK
Hoy se nos pide la fe en Jesús como verdadero hombre y como verdadero Dios que ha venido a ayudar en este caminar de la vida.
El pan de la Eucaristía es el alimento más conveniente para acercarnos a Dios en esta vida de paso.
Pero es también la presencia real de Jesucristo entre nosotros.
Hay muchos momentos en que podemos estar desalentados, que no vemos sentido a la vida. Acudamos a Jesús en la Eucaristía.
Como ejemplo y anuncio, la primera lectura nos habla del pan que recibió el profeta Elías en el desierto.
El profeta iba huyendo y pensó morir, hasta que un ángel le despertó.
Y le dio un pan, como alimento especial, con cuyas fuerzas pudo llegar, después de muchos días, al monte del Señor. Veamos lo que nos dice la 1ª lectura: 1Reyes 19,4-8
En aquellos días, Elías continuó por el desierto una jornada de camino, y, al final, se sentó bajo una retama y se deseó la muerte: "¡Basta, Señor! ¡Quítame la vida, que yo no valgo más que mis padres!" Se echó bajo la retama y se durmió. De pronto un ángel lo tocó y le dijo: "¡Levántate, come!" Miró Elías, y vio a su cabecera un pan cocido sobre piedras y un jarro de agua. Comió, bebió y se volvió a echar. Pero el ángel del Señor le volvió a tocar y le dijo: "¡Levántate, come!, que el camino es superior a tus fuerzas." Elías se levantó, comió y bebió, y, con la fuerza de aquel alimento, caminó cuarenta días y cuarenta noches hasta el Horeb, el monte de Dios.
Eran tiempos difíciles los del profeta Elías. Había una reina muy mala, Jezabel, que no podía resistir el empuje y vitalidad religiosa del profeta. Y Elías tuvo que huir por el desierto, porque temía perder la vida.
A veces se cree que este pasaje sobre el profeta Elías es una especie de parábola. Lo cierto es que hoy para nosotros es una gran enseñanza.
Podemos encontrarnos quizá en situaciones parecidas: muchos problemas y sufrimientos. A veces se acumulan tantas circunstancias que nos hacen insoportable la existencia.
A veces quizá estamos cansados de hacer el bien, sin ver resultados positivos. Nos desanimamos ante la poca eficacia de nuestros esfuerzos. Y desconfiamos que este mundo tenga remedio. Nos entra la tentación de dimitir, de marcharnos, de dejar de trabajar.
Acudamos a Jesús. Él nos habla quizá por medio de un ángel, que puede ser un sacerdote de la parroquia o cualquier circunstancia o persona.
Acudamos sobre todo a Jesús en la Eucaristía. Y le escuchemos que nos dice: levántate, come, que hay mucho camino que andar.
Ya todo parecía sin sentido, Automático
Ya nada parecía consolarme,