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EL TEXTO ARGUMENTATIVO. Esquema de contenidos. La argumentación a) Intención comunicativa b) Modelos II. Estructura del texto argumentativo III. Características lingüísticas a) Función del lenguaje b) Registro c) Rasgos morfosintácticos. I. La argumentación. INTENCIÓN COMUNICATIVA
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Esquema de contenidos • La argumentación a) Intención comunicativa b) Modelos II. Estructura del texto argumentativo III. Características lingüísticas a) Función del lenguaje b) Registro c) Rasgos morfosintácticos
I. La argumentación • INTENCIÓN COMUNICATIVA • Argumentación: variedad del discurso con la que se pretende defender una opinión y persuadir de ella al receptor mediante razonamientos y pruebas • Generalmente se emplea para abordar temas sujetos a controversia, esto es, que admiten opiniones diferentes
II. ESTRUCTURA • Formalizada: • INTRODUCCIÓN: • DESARROLLO o CUERPO ARGUMENTATIVO • CONCLUSIÓN • Libre: generalmente en textos ensayísticos
Introducción • Se presenta el tema objeto de controversia • Se incluye la tesis, o idea que funda la opinión que va a defenderse
DESARROLLO • Se aportan razones o pruebas para corroborar la tesis, refutar tesis contrarias, rechazar contraargumentos o concediendo cierta validez a opiniones contrarias • Las ideas en el desarrollo pueden ordenarse:
CONCLUSIÓN • Se regresa a la tesis que se sustenta para reforzarla • Se resumen los argumentos más destacados • Se aportan nuevas cuestiones para abordar en el futuro
La tolerancia ortográfica podría tener a largo plazo consecuencias desastrosas. Los hijos de esas parejas en las que ahora se fomentan las minusvalías cacográficas nacerían con igados en lugar de hígados. No sabemos cómo funcionan los igados, pero lo más probable es que segreguenvilisen vez de bilis, lo que dispararía el gasto hospitalario para sacarlos adelante, incluso aunque se crearan enseguida unidades epaticasque, siendo más baratas que las hepáticas, exigen inversiones iniciales de orden analfavetico muy superiores. No quiere uno ni imaginar, de otro lado, las consecuencias del alumbramiento masivo de seres que en el sitio de la cabeza tradicional tuvieran una suerte de caveza cuya vobedacraneal sólo diera para albergar un zerevro. Si el mundo va como va (o bacomobamás vien) con encéfalos normalmente constituidos, no es difícil imaginar los horrores resultantes de una mutación de esa naturaleza. Por otra parte, dado que la hache es la primera letra que cae en estas situaciones de permisividad, la sangre quedaría reducida al factor R, y no habría forma de distinguir las razas puras, lo que significaría el hundimiento de partidos políticos que ayudan a gobernar al PP en la lengua de Franco y a veces en su caligrafía. Hay mucho miedo a la ingeniería genética, pero los efectos de la ortográfica no se quedan atrás. Piensa uno en el vajobientre de esos seres nacidos al amparo del caos gramatical y se le ponen los pelos de punta ante la idea de acariciarles la rejion jenital o el beyo puvico. No a la reproducción de clónicos, de acuerdo, pero que se ponga freno también a la multiplicación de onvres y mugeres en cuyo rostro se manifiestan los mismos hogos, vocas, o varviyas de espanto que alimentan nuestros terrores nocturnos. Muchas gracias. Ortografía JUAN JOSÉ MILLÁS ENSAYO
C) Características lingüísticas • Funciones del lenguaje: • Representativa: el emisor, además de opinar para convencer, aporta datos, hechos, pruebas aparentemente objetivas: indicativo, oraciones enunciativas, 3ª. Persona, léxico denotativo • Expresiva: Se vierte una opinión, se ofrece la subjetividad: 1ª. Persona, adjetivación calificativa, elementos valorativos, incisos, oraciones dubitativas, desiderativas, exclamativas. • Apelativa: hay un intento por convencer al receptor, de persuadirle: plurales inclusivos, connotación, recursos literarios, vocativos, oraciones exhortativas, interrogativas.
Vuelvo a una vieja preocupación. ¿Por qué los españoles hablamos a gritos? Hablar, lo que se dice hablar, requiere una cierta modulación sonora en la que caben por igual la claridad y la cordialidad. A la primera, el exceso sonoro la inutiliza. A la segunda, le resta efusión contenida, mesura emotiva. En el hablar estentóreo yace oculta una extraña pulsión: la de mostrar en cueros la propia intimidad. Nada hay más azorante, al menos para mí, que sentarse en un restaurante y sentirse obligado a escuchar los problemas de los vecinos de mesa. O, en el teatro, las confidencias de quienes están próximos, que, además, no permiten seguir con sosiego y silencio el espectáculo. Somos un pueblo que escribe poco. Véase la escasez de los libros de memorias. Véase la parquedad y tosquedad del estilo epistolar. Parece, pues, como si nos atrincherásemos en un reducto al que no puede llegar la mirada ajena. Semeja que escondemos la intimidad. Y, sin embargo, en cuanto nos reunimos en tertulia ese reparo desaparece. Nos mostramos, nos exhibimos y no acertamos ni tan siquiera a guardar las formas dialogantes. Y, sin embargo, no tiene vuelta que somos un pueblo generoso y ayudador, sin ninguna duda. Pero esa generosidad y esa ayuda la sentimos con más calor y con más hermandad cuando se nos entrega envuelta en el terciopelo de frases casi dichas al oído. Casi dichas como en un confesionario. Esto es lo valioso de la relación interhumana. De la que legítimamente podemos enorgullecernos. Lo demás es aspereza, pinchazo sonoro, tirantez locutiva. Desmesura.
Vuelvo a una vieja preocupación. ¿Por qué los españoles hablamos a gritos? Hablar, lo que se dice hablar, requiere una cierta modulación sonora en la que caben por igual la claridad y la cordialidad A la primera, el exceso sonoro la inutiliza. A la segunda, le resta efusión contenida, mesura emotiva. En el hablar estentóreo yace oculta una extraña pulsión: la de mostrar en cueros la propia intimidad. Nada hay más azorante, al menos para mí, que sentarse en un restaurante y sentirse obligado a escuchar los problemas de los vecinos de mesa. O, en el teatro, las confidencias de quienes están próximos, que, además, no permiten seguir con sosiego y silencio el espectáculo. Somos un pueblo que escribe poco. Véase la escasez de los libros de memorias. Véase la parquedad y tosquedad del estilo epistolar. Parece, pues, como si nos atrincherásemos en un reducto al que no puede llegar la mirada ajena. Semeja que escondemos la intimidad. Y, sin embargo, en cuanto nos reunimos en tertulia ese reparo desaparece. Nos mostramos, nos exhibimos y no acertamos ni tan siquiera a guardar las formas dialogantes. Y, sin embargo, no tiene vuelta que somos un pueblo generoso y ayudador, sin ninguna duda. Pero esa generosidad y esa ayuda la sentimos con más calor y con más hermandad cuando se nos entrega envuelta en el terciopelo de frases casi dichas al oído. Casi dichas como en un confesionario. Esto es lo valioso de la relación interhumana. De la que legítimamente podemos enorgullecernos. Lo demás es aspereza, pinchazo sonoro, tirantez locutiva. Desmesura.
Vuelvo a una vieja preocupación. ¿Por qué los españoles hablamos a gritos? Hablar, lo que se dice hablar, requiere una cierta modulación sonora en la que caben por igual la claridad y la cordialidad A la primera, el exceso sonoro la inutiliza. A la segunda, le resta efusión contenida, mesura emotiva. En el hablar estentóreo yace oculta una extraña pulsión: la de mostrar en cueros la propia intimidad. Nada hay más azorante, al menos para mí, que sentarse en un restaurante y sentirse obligado a escuchar los problemas de los vecinos de mesa. O, en el teatro, las confidencias de quienes están próximos, que, además, no permiten seguir con sosiego y silencio el espectáculo. Somos un pueblo que escribe poco. Véase la escasez de los libros de memorias.Véase la parquedad y tosquedad del estilo epistolar. Parece, pues, como si nos atrincherásemos en un reducto al que no puede llegar la mirada ajena. Semeja que escondemos la intimidad. Y, sin embargo, en cuanto nos reunimos en tertulia ese reparo desaparece. Nos mostramos, nos exhibimos y no acertamos ni tan siquiera a guardar las formas dialogantes. Y, sin embargo, no tiene vuelta que somos un pueblo generoso y ayudador, sin ninguna duda. Pero esa generosidad y esa ayuda la sentimos con más calor y con más hermandad cuando se nos entrega envuelta en el terciopelo de frases casi dichas al oído. Casi dichas como en un confesionario. Esto es lo valioso de la relación interhumana. De la que legítimamente podemos enorgullecernos. Lo demás es aspereza, pinchazo sonoro, tirantez locutiva. Desmesura.
Registro: • Estándar • con términos cultos • y terminologías propias del campo del que se esté tratando o debatiendo
Vuelvo a una vieja preocupación. ¿Por qué los españoles hablamos a gritos? Hablar, lo que se dice hablar, requiere una cierta modulación sonora en la que caben por igual la claridad y la cordialidad. A la primera, el exceso sonoro la inutiliza. A la segunda, le resta efusión contenida, mesura emotiva. En el hablar estentóreo yace oculta una extraña pulsión: la de mostrar en cueros la propia intimidad. Nada hay más azorante, al menos para mí, que sentarse en un restaurante y sentirse obligado a escuchar los problemas de los vecinos de mesa. O, en el teatro, las confidencias de quienes están próximos, que, además, no permiten seguir con sosiego y silencio el espectáculo. Somos un pueblo que escribe poco. Véase la escasez de los libros de memorias. Véase la parquedad y tosquedad del estilo epistolar. Parece, pues, como si nos atrincherásemos en un reducto al que no puede llegar la mirada ajena. Semeja que escondemos la intimidad. Y, sin embargo, en cuanto nos reunimos en tertulia ese reparo desaparece. Nos mostramos, nos exhibimos y no acertamos ni tan siquiera a guardar las formas dialogantes. Y, sin embargo, no tiene vuelta que somos un pueblo generoso y ayudador, sin ninguna duda. Pero esa generosidad y esa ayuda la sentimos con más calor y con más hermandad cuando se nos entrega envuelta en el terciopelo de frases casi dichas al oído. Casi dichas como en un confesionario. Esto es lo valioso de la relación interhumana. De la que legítimamente podemos enorgullecernos. Lo demás es aspereza, pinchazo sonoro, tirantez locutiva.Desmesura.
Rasgos morfosintácticos: • Sintaxis trabada: oraciones compuestas. • Conectores de orden lógico, causa-efecto, contraste, consecutivos, distributivos… • Verbos en presente intemporal • Ocultamiento de la subjetividad (en los argumentos) mediante pasivas reflejas, impersonales o formas no personales
Vuelvo a una vieja preocupación. ¿Por qué los españoles hablamos a gritos? Hablar, lo que se dice hablar, requiere una cierta modulación sonora en la que caben por igual la claridad y la cordialidad.A la primera, el exceso sonoro la inutiliza. A la segunda, le resta efusión contenida, mesura emotiva. En el hablar estentóreo yace oculta una extraña pulsión: la de mostrar en cueros la propia intimidad. Nada hay más azorante, al menos para mí, que sentarse en un restaurante y sentirse obligado a escuchar los problemas de los vecinos de mesa. O, en el teatro, las confidencias de quienes están próximos, que, además, no permiten seguir con sosiego y silencio el espectáculo. Somos un pueblo que escribe poco. Véase la escasez de los libros de memorias. Véase la parquedad y tosquedad del estilo epistolar. Parece, pues, como si nos atrincherásemos en un reducto al que no puede llegar la mirada ajena. Semeja que escondemos la intimidad. Y, sin embargo, en cuanto nos reunimos en tertulia ese reparo desaparece. Nos mostramos, nos exhibimos y no acertamos ni tan siquiera a guardar las formas dialogantes. Y, sin embargo, no tiene vuelta que somos un pueblo generoso y ayudador, sin ninguna duda. Pero esa generosidad y esa ayuda la sentimos con más calor y con más hermandad cuando se nos entrega envuelta en el terciopelo de frases casi dichas al oído. Casi dichas como en un confesionario. Esto es lo valioso de la relación interhumana. De la que legítimamente podemos enorgullecernos. Lo demás es aspereza, pinchazo sonoro, tirantez locutiva. Desmesura.