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DICHOSO EL QUE ESCUCHA...

Vivimos en una

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DICHOSO EL QUE ESCUCHA...

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Presentation Transcript


    1. DICHOSO EL QUE ESCUCHA...!

    3. El ttulo de VIRGEN OYENTE el primero de los cuatro que da a Mara la Marialis Cultus nos parece lleno de actualidad y contenido. Es necesario escuchar al hombre. Pero mucho ms lo es escuchar a Dios. El principio fundamental en la Escritura es: Escucha la Palabra del Seor (Is 1,10; Jr 2,4; Am 7,16). La revelacin bblica se nos manifest esencialmente bajo la forma de palabra. La religin hebrea no es la de la visin ni la contemplacin, sino la del escuchar y, por lo tanto, de la fe (ver Rom 10,17). El texto sagrado no es para leerlo silenciosamente y en voz baja, sino para proclamarlo, recitarlo, anunciarlo a voz en grito, y por lo mismo para que todos lo escuchen. Y sabemos que, ms all del texto, Dios habla a su pueblo y debemos orlo.

    4. Escucha la voz del Seor La exhortacin, la orden de escuchar atraviesan como estribillo toda la Biblia, desde el Gnesis hasta el Apocalipsis. En concreto: Escuchad, grita Moiss al pueblo rebelde e incrdulo (Num 20,10). Escuchad, claman los profetas (Am 3,1; Jr 7,2). Escuchad, exhortan los sabios, expertos en la Ley del Seor (Prov 1,8). Escucha, Israel repite cada da en su plegaria el piadoso israelita (Dt 6,4). Escuchadlo, proclama finalmente la voz del Padre del cielo, en el momento de la transfiguracin de su Hijo (Mc 9,7).

    5. Escuchar, segn la Biblia, no es un mero hecho externo ni un simple or, ni slo prestar atencin: es abrir el corazn a la Palabra (ver Hech 16,14) para ponerla en prctica. Es acoger la Palabra y amoldar a ella la existencia. Escuchar equivale a obedecer. Al Dios que habla se debe responder con la obediencia de la fe (ver Rom 1,5; 16,26; 2Cor 10,5), nica que puede salvar. Pero Israel no quiso escuchar: ste es su mayor delito, ste el drama de su vida (ver Jr 7,13; Os 9,17). El odo y el corazn de los israelitas se han endurecido, no han sido circuncidados (Jr 6,10; Hech 7,51). La historia de este pueblo Se halla marcada por la incredulidad a la Palabra de Dios.

    6. Slo el Seor puede poner alerta el odo del servidor (ver Is 50,5); slo El puede circuncidar el corazn de los israelitas (ver Dt 30,6), para que sean fieles a las palabras de la alianza. En los das del Mesas, los sordos oirn la Palabra de Dios: En aquel da oirn los sordos las palabras del libro (Is 29,18); entonces el pueblo prestar finalmente atencin a la voz del Seor: la oir no slo con los odos sino tambin con el corazn. Las curaciones que realiza Jess son signo de este prodigio de los tiempos mesinicos. A la pregunta de Juan Bautista: Eres t el que ha de venir o tenemos que esperar a otro? Jess responde: Los ciegos ven..., los sordos oyen..., a los pobres se les proclama la buena noticia (Mt 11,5). El pueblo mesinico es la comunidad que escucha la voz del Seor. Mara, que en la obediencia de la fe se abre a la Palabra de Dios, es la primera de los creyentes: la VIRGEN OYENTE.

    7. Segn la Marialis Cultus, el escuchar y, por tanto, la fe de Mara, fue premisa y camino a la maternidad divina (MC 7). La fe torna fecunda la existencia. Desde Abraham hasta el ltimo de los justos (ver Hb 11), todos agradaron al Seor por haber credo. La Palabra del Seor, escuchada y acogida en el corazn, hace fecunda la vida de los creyentes: Como bajan la lluvia y la nieve del cielo, y no vuelven all sino despus de empapar la tierra, de fecundarla y hacerla germinar, para que d semilla al sembrador y pan al que come, as la palabra que sale de mi boca no volver a m vaca, sino que har mi voluntad y cumplir mi encargo (Is 55,10-11). Mara, que ha escuchado mejor que nadie la Palabra del Seor, consigui ser en forma nica madre suya. Engendr al Verbo de Dios no slo en el corazn, como la Iglesia, como los creyentes, sino tambin en sus entraas. Su fe ha sido tan grande, tal su capacidad de acogida a la palabra, que sta se hizo carne en Ella, en todo su ser: vino a morar en su corazn y en su seno.

    8. Para Mara, la palabra no es simplemente el libro de la Escritura, sino el don de Dios, el Verbo engendrado por Ella en el tiempo, Cristo Seor, de quien fue discpula humilde y fiel. Engendrar a Cristo no es misin solamente de Mara: Jess debe nacer en el corazn y en la vida de todo creyente. Todo el que acoge a Cristo, Palabra de Dios, contrae con El estrechsimos vnculos: Mi madre y mis hermanos son los que escuchan la palabra de Dios y la ponen en prctica (Lc 8,21).

    9. La bienaventuranza de la fe La fe de Mara es causa de bienaventuranza (Mc 17): Dichosa t que has credo que se ha cumplido lo que te ha dicho el Seor! (Lc 1,45), grita Isabel. Proclama mi alma la grandeza del Seor canta Mara se alegra mi espritu en Dios mi salvador (Lc 1,46-47). La dicha no es slo para Mara, sino para todos los que escuchan la palabra de Dios (ver Lc 11, 27-28). Para todo creyente, como para Jeremas, la palabra se convierte en alegra y gozo del corazn (ver Jr 15,16). La ley del Seor es un canto en nuestra tierra desierta (ver Sal 119,54), es delicia en medio de las angustias y trabajos de la vida (ver Sal 119,143). Es la alegra que augura Pablo a cuantos escuchan a Cristo: Que el Dios de la esperanza colme vuestra fe de alegra y de paz (Rom 15,13). Es la felicidad de quienes han credo. La felicidad de aquella a quien en primer lugar y a nombre de todos se ofreci el saludo del gozo mesinico: Kaire: algrate, favorecida del Seor (ver Lc 1,28). Es la felicidad que colma la existencia de Mara, se comunica a Isabel y su hijo y, en el nacimiento del Salvador, se extiende a todo el pueblo. La palabra de Dios, acogida por Mara, trajo la felicidad al mundo entero. En este sentido, Ella es la causa de nuestra alegra, fuente de la alegra de la Iglesia en Cristo.

    10. La palabra y los signos ... Fe, con la que Ella, protagonista y testigo singular de la Encarnacin, volva sobre los acontecimientos de la infancia de Cristo, confrontndolos entre s en lo hondo de su corazn (MC 17). La fe cristiana gusta de la historia a la que se halla estrechamente vinculada. Se funda en los hechos, en las intervenciones de Dios en el tiempo de los hombres. La fe se funda sobre todo en el acontecimiento central de la historia del mundo, en el acontecimiento Cristo, que da sentido a cuanto precede y sigue a su venida. Creyente es quien escucha la Palabra y estudia a su luz los signos de los tiempos. La revelacin de Dios se realiza, en efecto, en hechos y dichos ntimamente relacionados entre s, que se iluminan recprocamente (ver DV 2). En Cristo, Verbo de Dios y acontecimiento definitivo, se funden y confunden la palabra y el acontecimiento. El constituye la Palabra ltima y palpitante de significado pronunciada por el Padre. El, el acontecimiento supremo de la historia de la salvacin.

    11. La Virgen oyente Mara, protagonista y testigo singular de la Encarnacin, medita con amor, reflexiona en actitud sapiencial, piensa una y otra vez sobre el acontecimiento y cuanto se refiere a l. A la luz de Cristo se la ve descubrir lenta y gradualmente el sentido de la historia del Pueblo de Dios y de su destino de gracia; se le revela el sentido de los hechos pasados y presentes y el significado mismo de su existencia consagrada al Seor. Todo creyente y la Iglesia toda deben aprender de Ella la actitud del que escucha, del que reflexiona en los acontecimientos, cuyo profundo sentido se revela en Cristo. La Iglesia, al igual que Mara, escucha la Palabra de Dios, de Cristo, que la introduce en los misterios del Reino. La comunidad de fe, congregada en torno a Cristo Seor, sentada atentamente a los pies del Maestro, acoge sus palabras y, a su vez, la proclama y dispensa a los fieles como pan de vida (MC 17).

    12. La Iglesia, despus de concebir como Mara por obra del Espritu Santo, la Palabra divina la ofrece al mundo como mensaje y frmula de salvacin: y escudria a su luz los signos de los tiempos, interpreta y vive los acontecimientos de la historia (MC 17). A ejemplo de la Virgen, la comunidad de los creyentes debe vivir en actitud sapiencial. Y llena de estupor debe confrontar con Cristo y su misterio cuanto se le concede ver y or. En esta meditacin dichosa y dramtica a la vez, se manifiesta a la Iglesia el misterio de la Palabra de Dios encarnada para nuestra salvacin; de la existencia humana, marcada por el dolor pero destinada a la gloria, del tiempo, en el cual se va realizando la obra salvfica. Mara, la VIRGEN OYENTE, es un reto para el creyente y para el hombre de hoy, tantas veces distrados y estupefactos. Es una invitacin a la reflexin, a la contemplacin, a conceder sitio a la Palabra de Dios y a la palabra del hombre en nuestra vida, para vivir responsablemente en medio del mundo.

    13. LECTURAS: Lc 8,4-15; MC 17. Qu significa escuchar al Seor? Por qu llamamos a Mara la VIRGEN OYENTE? Qu significa esto para nosotros? Cmo nos habla hoy el Seor? Cmo escuchara Mara...?

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