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Jesucristo, Rey del Universo Último domingo del T.O. Año C. ¡Qué alegría cuando me dijeron: “Vamos a la casa del Señor”!. ¡Qué alegría cuando me dijeron: “Vamos a la casa del Señor”! Ya están pisando nuestros pies tus umbrales, Jerusalén.
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¡Qué alegría cuando me dijeron: “Vamos a la casa del Señor”!
¡Qué alegría cuando me dijeron: “Vamos a la casa del Señor”! Ya están pisando nuestros pies tus umbrales, Jerusalén.
¡Qué alegría cuando me dijeron: “Vamos a la casa del Señor”!
Jerusalén está fundada como ciudad bien compacta. Allá suben las tribus, las tribus del Señor.
¡Qué alegría cuando me dijeron: “Vamos a la casa del Señor”!
Según la costumbre de Israel, a celebrar el nombre del Señor. En ella están los tribunales de justicia, en el palacio de David.
¡Qué alegría cuando me dijeron: “Vamos a la casa del Señor”!
Lectio El salmo de hoy pertenece al grupo de “salmos de peregrinación o de las subidas.” Se trata de un salmo que los peregrinos cada año entonaban (y entonan ahora, si lo conocen, tanto israelitas como cristianos) al vislumbrar Jerusalén. Es un canto de admiración y gozo a la ciudad de David, la ciudad santa, porque en ella está la Casa del Señor. Este domingo la liturgia se centra en los cinco primeros versículos, empleando como estribillo el primer verso. En estos versículos se canta la gloria de la ciudad, bien fundada por Dios; centro espiritual de todo el pueblo y lugar del culto; tribunal del rey que administra justicia a todo el reino. Para comprender el ambiente vital de este salmo 121 podemos hacer un paralelismo con los sentimientos que embargan a los peregrinos a Compostela al ver por vez primera –recortadas en el horizonte- las torres de la Catedral.
Meditatio En el contexto de la liturgia de hoy que nos presenta en la 1ª lectura al rey David (figura de Cristo) aclamado y ungido como tal por todos los ancianos de Israel, el salmo responsorial canta a la ciudad de David, la ciudad del gran rey de Israel. El Mesías esperado saldrá de la descendencia de David y éste es Jesucristo. Pero su reino no es de fortalezas y tribunales de justicia sino que Él mismo, muriendo por nosotros en el trono de la Cruz, es nuestro Rey Justo y Recto (Evangelio), que nos perdona y nos reconcilia con Dios Padre, haciéndonos así partícipes de su reino (2ª lectura)
Oratio Señor, que mi alegría esté en Ti, y que tu Iglesia sea comunidad que alegre en Ti a todos los desamparados y desconsolados. Que mi corazón busque su fundamento en Ti, el Único que sustenta la Iglesia, de la que ya es primicia la Jerusalén celestial. Que en Ti deposite toda justicia ya que Tú eres el que juzgas rectamente porque conoces los corazones. ¡Oh Jesucristo, ven a reinar y que tu mansedumbre nos subyugue!
Contemplatio Contemplo la escena evangélica de hoy, mientras mi corazón va rumiando el salmo… “¡Qué alegría cuando me dijeron: Vamos a la casa del Señor!” Y, de pronto, me parece “oír” esta frase en labios del buen ladrón como sentimiento alborozado tras la respuesta del Señor: “Te lo aseguro, hoy estarás Conmigo en el paraíso.” ¡Qué palabras tan hermosas como preparación ante la muerte, y como acogida del perdón del Señor.!
Actio La alegría que he experimentado al ir a la Casa del Señor, como cada domingo, me tiene que salir a borbotones. La Fe es fuente de alegría porque da sentido a nuestra vida: ¡Dios nos ama y nos espera! ¡El Año de la Fe no concluye, dura toda la vida.!