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Lección 12 para el 21 de junio de 2014. IGLESIA REMANENTE. Adán. Abraham. Jesús. Noé. Moisés. Aunque técnicamente podríamos hablar de “iglesia de Cristo” solamente como la iglesia fundada por Jesús, podemos darle un sentido más amplio.
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IGLESIA REMANENTE Adán Abraham Jesús Noé Moisés Aunque técnicamente podríamos hablar de “iglesia de Cristo” solamente como la iglesia fundada por Jesús, podemos darle un sentido más amplio. Esta semana estudiaremos la evolución de la “iglesia de Cristo” durante toda su historia, desde la pureza del Edén hasta el tiempo del fin.
“Y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto podrás comer; mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás” (Génesis 2:16-17) ¿Por qué puso Dios a Adán y Eva una prueba de lealtad? El árbol prohibido proporcionaba “conocimiento del bien y del mal” (NVI). Ésta es la misma función que, según Pablo, tiene la ley para nosotros (Romanos 7:7) Comer del árbol o transgredir la ley tienen el mismo resultado: conocimiento práctico del mal. Es decir, PECADO. Adán y Eva fueron creados moralmente libres, capaces de elegir obedecer a Dios o desobedecerle, amarlo o rechazarlo.
EL MUNDO ANTEDILUVIANO ¿Cómo llegó la humanidad a un estado tan lamentable? “Y vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal” (Génesis 6:5) A partir del asesinato de Abel, los hombres consideraron cada vez más livianamente los mandamientos de Dios. La idolatría, el robo, el adulterio, el asesinato, etc., se extendieron con rapidez. Poco a poco, los que permanecían fieles a Dios fueron uniéndose con los desleales (Gn. 6:1-2) Cuando Noé nació, la iglesia de Cristo estaba compuesta tan solo por unas pocas personas que aún permanecían fieles a la ley de Dios.
“Esparciéndose del lugar en que se establecieron primeramente, los descendientes de Caín se dispersaron por todos los llanos y valles donde habían habitado los hijos de Set; y éstos, para escapar a la influencia contaminadora de aquéllos, se retiraron a las montañas, y allí establecieron sus hogares. Mientras duró esta separación, los hijos de Set mantuvieron el culto a Dios en toda su pureza. Pero con el transcurso del tiempo, se aventuraron poco a poco a mezclarse con los habitantes de los valles. Esta asociación produjo los peores resultados. Vieron “los hijos de Dios que las hijas de los hombres eran hermosas.” Génesis 6:2. Atraídos por la hermosura de las hijas de los descendientes de Caín, los hijos de Set desagradaron al Señor aliándose con ellas en matrimonio. Muchos de los que adoraban a Dios fueron inducidos a pecar mediante los halagos que ahora estaban constantemente ante ellos, y perdieron su carácter peculiar y santo. Al mezclarse con los depravados, llegaron a ser semejantes a ellos en espíritu y en obras; menospreciaron las restricciones del séptimo mandamiento, y “tomáronse mujeres escogiendo entre todas.” Los hijos de Set siguieron “el camino de Caín” (Judas 11), fijaron su atención en la prosperidad y el gozo terrenales y descuidaron los mandamientos del Señor… El pecado se extendió por toda la tierra como una lepra mortal” E.G.W. (Patriarcas y profetas, cp. 6, pg. 67)
“Estas son las generaciones de Noé: Noé, varón justo, era perfecto en sus generaciones; con Dios caminó Noé” (Génesis 6:9) ¿Qué características morales poseía Noé? Varón justo. Perfecto. Caminó con Dios. ¿Fue su condición moral la que le salvó del diluvio? NO. Tanto entonces como ahora, solo la gracia divina puede salvar a una persona de la condenación: “Pero Noé halló gracia ante los ojos de Jehová” (Génesis 6:8)
“Y dijeron: Vamos, edifiquémonos una ciudad y una torre, cuya cúspide llegue al cielo; y hagámonos un nombre, por si fuéremos esparcidos sobre la faz de toda la tierra” (Génesis 11:4) Después del diluvio, los hombres tardaron tan solo 100 años en revelarse abiertamente contra Dios. Cuando nació Abram (292 años después del diluvio), el conocimiento del verdadero Dios y su ley estaban casi olvidados. A pesar de ello, los principios de la ley estaban aún en el corazón de la humanidad, como se puede ver en las palabras de Faraón o Abimelec (Gn. 12:18-19; 26:9-10). Había también algunas pocas personas que aún servían al verdadero Dios, como Melquisedec (Gn. 14:18)
“Después de estas cosas vino la palabra de Jehová a Abram en visión, diciendo: No temas, Abram; yo soy tu escudo, y tu galardón será sobremanera grande” (Génesis 15:1) Al igual que a Noé, Dios extendió su gracia a Abram. Como resultado, Abraham “guardó mi precepto, mis mandamientos, mis estatutos y mis leyes” (Gn. 26:5) A pesar de sus errores, Abraham era un hombre de fe verdadera y, por la gracia de Dios, esa fe le fue acreditada como justicia.
“Durante algún tiempo, los descendientes de Noé continuaron habitando en las montañas donde el arca se había detenido. A medida que se multiplicaron, la apostasía no tardó en causar división entre ellos. Los que deseaban olvidar a su Creador y desechar las restricciones de su ley, tenían por constante molestia las enseñanzas y el ejemplo de sus piadosos compañeros; y después de un tiempo decidieron separarse de los que adoraban a Dios. Para lograr su fin, emigraron a la llanura de Sinar, que estaba a orillas del río Eufrates. Les atraían la hermosa ubicación y la fertilidad del terreno, y en esa llanura resolvieron establecerse” E.G.W. (Patriarcas y profetas, cp. 10, pg. 111)
¿Qué significa que Israel era un “pueblo santo”? “No por ser vosotros más que todos los pueblos os ha querido Jehová y os ha escogido… sino por cuanto Jehová os amó…” (Deuteronomio 7:7-8) Israel era un pueblo apartado para Dios, sacerdotes que debían actuar como mayordomos de la ley de Dios. Al igual que hizo con Adán, Noé y Abraham, Dios -junto al pedido de obediencia- extendió su gracia a Israel.
“Entonces el dragón se llenó de ira contra la mujer; y se fue a hacer guerra contra el resto de la descendencia de ella, los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo” (Apocalipsis 12:17) Al igual que una carrera de relevos, el testigo (la Promesa) fue pasando de Adán a Noé, de Noé a Abraham, de Abraham a Israel, y de Israel a Cristo (la Promesa) Con su resurrección, Jesús cruzó la “línea de llegada”, pues quebró la cadena de la muerte. Ahora, gracias al poder del Espíritu, el Cristo resucitado comparte su justicia con cada creyente. Desgraciadamente, la iglesia que fundó Jesús pronto apostató, y Dios llamó a diversos remanentes fieles desde Jesús hasta nuestros días.
“No todo el mundo ha tomado posiciones con el enemigo y contra Dios. No todos se han vuelto desleales. Queda un remanente que permanece fiel a Dios; porque Juan escribe: “Aquí está la paciencia de los santos; aquí están los que guardan los mandamientos de Dios, y la fe de Jesús”. Apocalipsis 14:12” E.G.W. (Consejos para la iglesia, cp. 2, pg. 69)