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ESCUCHAR A DIOS, REZANDO SU PALABRA. LA LECTIO DIVINA. por J.J. Bartolomé.

ESCUCHAR A DIOS, REZANDO SU PALABRA. LA LECTIO DIVINA. por J.J. Bartolomé. Con un ejercicio de Lectio, sobre Eucaristía y Caridad. UNA TRADICIÓN MONÁSTICA, ¿PARA SALESIANOS? El Concilio Vaticano II (DV 25):

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ESCUCHAR A DIOS, REZANDO SU PALABRA. LA LECTIO DIVINA. por J.J. Bartolomé.

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Presentation Transcript


  1. ESCUCHAR A DIOS, REZANDO SU PALABRA. LA LECTIO DIVINA. por J.J. Bartolomé. Con un ejercicio de Lectio, sobre Eucaristía y Caridad.

  2. UNA TRADICIÓN MONÁSTICA, ¿PARA SALESIANOS? El Concilio Vaticano II (DV 25): exhortó “con vehemencia a todos los cristianos, en particular a los religiosos, a que aprendan el sublime conocimiento de Jesucristo, con la lectura frecuente de las divinas Escrituras”… “Pero no se olviden que la oración debe acompañar a la lectura de la Sagrada Escritura para que se entable diálogo entre Dios y el hombre”. La Lectio Divina puede estimular la fe convencida, interior y profunda (C.M. Martini)

  3. UNA TRADICIÓN MONÁSTICA, ¿PARA SALESIANOS? El Capítulo General 25 exhortó a las comunidades a “poner a Dios como centro unificador de su ser y a desarrollar a dimensión comunitaria de la vida espiritual, favoreciendo la centralidad de la Palabra de Dios en la vida comunitaria y personal, mediante la lectio divina”. No es un elemento extraño a la espiritualidad salesiana. Es un modo de escuchar a Dios rezando su Palabra (D. Chávez, ACG 386)

  4. UNA TRADICIÓN MONÁSTICA, ¿PARA SALESIANOS? Nuestras Constituciones (87): “El Pueblo de Dios es congregado, en primer lugar, por la Palabra de Dios vivo. La Palabra escuchada con fe es, para nosotros, fuente de vida espiritual, alimento para la oración, luz para conocer la voluntad de Dios en los acontecimientos y fuerza para vivir con fidelidad nuestra vocación. Teniendo diariamente en nuestras manos la Sagrada Escritura, como María acogemos la Palabra y la meditamos en nuestro corazón a fin de hacerla fructificar y anunciarla con celo.”

  5. UNA TRADICIÓN MONÁSTICA, ¿PARA SALESIANOS? • la Palabra debe llegar a nuestros oídos (lectio) • bajar a nuestro corazón (meditatio) • pasar a las manos (contemplatio) • salir de nuestros labios

  6. A EJEMPLO DE MARÍA, EN LA ANUNCIACIÓN • la Palabra llega por medio del ángel y le descubre el plan de salvación (lectio) • María reacciona ante esas palabras, se pregunta por su sentido (meditatio) • comienza un camino de tener a Dios como interlocutor y de obediencia (oratio) • termina contemplándose como Dios la quiere: sierva y madre (contemplatio)

  7. GÉNESIS La expresión procede de Orígenes (Alejandría, s. III): théia anágnosis. Exhortaba a leer la Palabra de Dios con un corazón abierto y en un clima de oración. “Si el Espíritu no está presente en el corazón del que escucha, es inútil que hable el Maestro” (Gregorio Magno). Sin embargo, fue en los monasterios, en la Edad Media, donde esta lectura orante de la Biblia se fue practicando y se sistematizó: Guido de Certosa (ss. XI-XII; PL 184, 475-484)

  8. OBJETIVO Y MÉTODO • Definición: Ejercicio sistemático de escucha personal de la Palabra. Actividad compleja y progresiva, realizada gradualmente para penetrar el misterio de Dios, poniéndose a la escucha y en diálogo con la Palabra de Dios. • Objetivo: leer la voluntad de Dios en su propia vida • Medio: lectura de la Escritura, siguiendo una precisa, aunque flexible, metodología

  9. Es una forma de entrar en diálogo con Dios, que nos habla a través de su Palabra. La lectio es “divina” no sólo, ni principalmente, porque el objeto de lectura sea una literatura que habla de Dios, sino porque se lee dialogando con Él, en conversación con Dios. En este diálogo, poco a poco vamos conociendo el misterio de Cristo. La Biblia es leída a partir de nuestra fe en Jesucristo, vivo en medio de nosotros. Jesucristo es la “llave” para leer, meditar y orar las Sagradas Escrituras, él está en el centro de ellas. No es una palabra del pasado y para el pasado, sino que nos ayuda a interpretar lo que hoy sucede. (M. Magrassi)

  10. ITINERARIO CLÁSICO La preparación o Statio, implica una actitud de escucha, de disponibilidad, de docilidad a la Palabra de Dios. Es un silencio del corazón. Paráfrasis de Mt 7,7: Buscad leyendo, y encontraréis meditando; llamad orando, y se os abrirá por la contemplación

  11. I. LECTIO • La lectura o Lectio, es una lectura que invita a una escucha atenta y profunda de la Escritura sobre un tema. Puede variar en número de lecturas. • “La disciplina de la Lectio Divina está en permanecer en el pasaje dado y profundizar más y más en él” (De Verteueil) • Entender el texto por lo que en él se dice, sin omitir nada, y por cómo está organizado, por su estructura formal. • Lo consigue quien, buscando dar con lo que dice el texto, se fija en cómo lo dice: género literario, expresión formal, recursos…

  12. I. LECTIO No es una tarea de biblistas, exégetas o eruditos. Se pueden utilizar comentarios, pero nunca ha de convertirse en condición previa imprescindible. No se lee para ilustrar-se, sino para conocer la voluntad de Dios. Una observación final: La Lectio debe hacerse en su contexto natural: la proclamación oral de la Palabra.

  13. II. MEDITATIO • La meditación o Meditatio, busca la comprensión, el significado de la Palabra. ¿Qué dice, qué me dice? ¿Quién me dice? • Es la reflexión sobre el sentido del texto y su aplicación a la vida del lector, desde la propia experiencia. Está a caballo entre la lectio y la oratio, sin confundirse con ninguna de ellas. • Tres objeciones: • ¿Y si el texto no me dice nada? Perseverar • ¿Y si corro el riesgo de caer en la mera especulación? Emplea no la razón, sino el corazón.

  14. II. MEDITATIO • ¿Y si descubro mi verdad? No es autocomplacencia. • No es auténtica una meditación que no cuestione mi forma de vida.

  15. III. ORATIO • En la oración u Oratio, mi palabra responde a la Palabra. Oro el texto, brota viva la oración. • Cuando se percibe lo que Dios quiere de uno, se experimenta la escasez de recursos con que se cuenta para ponerlo en práctica; orar es la única respuesta válida a la Palabra escuchada. Así se inicia propiamente el DIÁLOGO, que es el centro de toda experiencia de oración: • alabanza • agradecimiento • súplica • petición de perdón • anhelo de hacer la voluntad de Dios.

  16. III. ORATIO Rezando, el orante devuelve a Dios su Palabra, personalizada, encarnada en las propias palabras, verdadero coloquio En la Oratio, se va aceptando el punto de vista de Dios: ver el mundo con los ojos de Dios. Iter in Deum: vaciarse de sí mismo para dar lugar a Dios, y a los “lugares teológicos”: el hermano, el pobre, la comunidad, los jóvenes…

  17. IV. CONTEMPLATIO La contemplación o Contemplatio, ante la manifestación de Dios, me postro, adoro. Es una mirada amorosa desde la fe (Santa Teresa). Algunos rasgos de esta fase: • El texto pierde ahora importancia • Disponibilidad del orante de estar ante el Otro; gustar al mismo Dios que habla. • No tanto contemplar a Dios, cuanto saberse contemplados por Dios: del mirar a Dios a saberse de él contemplados. • Estar conscientemente ante Él. • Intimar con Dios, que no es una fuga mundi.

  18. EN SÍNTESIS “La lectura es un ejercicio exterior; la meditación, comprensión intelectual; la oración, deseo; la contemplación, superación de todo sentido.” (Il. Guido). La lectura privilegia el momento de la comprensión del texto leído; en la meditación prima el esfuerzo de aplicación o apropiación, sometiendo la propia vida al imperio de la Palabra escuchada; la oración da paso a la conversación con Dios, abriéndose a sus deseos; en la contemplación, aparecen el silencio, la adoración y la alabanza, para terminar con la visión de Dios sobre todas las cosas. En las tres primeras etapas predomina el esfuerzo, la ascesis, del orante, mientras que en la última reina, indiscutido, el querer de Dios.

  19. EN COMUNIDAD • Collatio: Es el testimonio personal del paso de Dios por la propia vida. • POSIBLES PROLONGACIONES • Consolatio: Gozo de vivir en comunión con Dios • Discretio: Cierta sensibilidad para descubrir lo que Dios pide en cada momento, lo que es Evangelio y lo que no • Deliberatio: Decisión interior que lleva a elegir siempre conforme a la voluntad divina, no a la mía. • Actio: Realización práctica de lo discernido.

  20. EJERCICIO DE LECTIO DIVINA: EUCARISTÍA Y CARIDAD Manuel Zubillaga. Archidiócesis de México. Cáritas. Marzo de 2005

  21. STATIO MEDITACIÓN SOBRE EL ESPÍRITU SANTO «El Espíritu Santo es personalmente la Novedad, que actúa en nuestro mundo. Es la presencia de Dios-con nosotros unido a nuestro espíritu (Rom 8,16). Sin Él, Dios queda lejos, Cristo permanece en el pasado, el evangelio es letra muerta, la Iglesia pura organización, la autoridad tiranía, la misión propaganda, el culto mero recuerdo y la praxis cristiana una moral de esclavos. Pero en El, en una sinergia indisociable, el mundo es liberado y gime en el alumbramiento del Reino, el hombre está en lucha contra la carne, Cristo resucitado está aquí, el evangelio es potencia de vida, la Iglesia significa comunión trinitaria, la autoridad es servicio liberador, la misión es Pentecostés, la liturgia es memorial y anticipación, la acción humana es divinizada». Obispo Ortodoxo Oriental, el Metropolita Ignacio Hazim

  22. LECTIO Jn 13, 1- 5; 12-16 “Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo. Durante la cena, cuando ya el diablo había puesto en el corazón de Judas Iscariote, hijo de Simón, el propósito de entregarlo, sabiendo que el Padre le había puesto todo en sus manos y que había salido de Dios y a Dios volvía, se levanta de la mesa, se quita sus vestidos y, tomando una toalla, se la ciñó.

  23. Luego echa agua en un platón y se puso a lavar los pies de los discípulos y a secárselos con la toalla con que estaba ceñido. Después de que les lavó los pies, tomó sus vestidos, volvió a la mesa, y les dijo: ¿Comprenden lo que he hecho con ustedes? Ustedes me llaman Maestro y Señor, y dicen bien, porque lo soy. Pues si yo, el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, ustedes también deben lavarse los pies unos a otros. Porque les he dado ejemplo, para que también ustedes hagan como yo he hecho con ustedes”.

  24. 1 Co 11, 17-22 “Al dar estas disposiciones, no los alabo, porque sus reuniones son más para mal que para bien. Pues, ante todo, oigo que, al reunirse en asamblea, hay entre ustedes divisiones, y lo creo en parte. Desde luego tiene que haber entre ustedes disensiones, para que se ponga de manifiesto quienes son los auténticos entre ustedes. Cuando se reúnen, pues, en común, eso no es comer la cena del Señor; porque cada uno come primero su propia cena, y mientras uno pasa hambre, otro se embriaga. ¿No tienen casas para comer y beber? ¿O es que desprecian a la Iglesia de Dios y avergüenzan a los que no tienen? ¿Qué voy a decirles? ¿Alabarlos? ¡En eso no los alabo!”.

  25. 1 Co 16,1-2 “En cuanto a la colecta en favor de los santos, hagan también ustedes tal como mandé a las Iglesias de Galacia. Los primeros días de la semana, cada uno de ustedes deposite lo que haya podido ahorrar, de modo que no se hagan las colectas precisamente cuando llegue yo”.

  26. II. MEDITATIO Eucaristía, Riquezas y Comunicación (Fragmento de una Homilía de San Juan Crisóstomo) “El Señor nos concedió hartarnos de su carne divina, se nos ha dado a sí mismo en sacrificio. ¿Qué excusa, pues, tendremos si así alimentados, así pecamos; si comiéndonos un cordero, nos volvemos lobos; si alimentados de una oveja, arrebatamos como leones? Porque este sacramento no sólo nos exige estar en todo momento puros de toda rapiña, sino de la más sencilla enemistad. Este sacramento es un sacramento de paz. No nos consiente codiciar las riquezas. Porque si Él, por amor nuestro, no se perdonó a sí mismo, ¿qué mereceríamos nosotros si, por miramiento a nuestras riquezas, no miramos por nuestra alma, por la que Él no se perdonó a sí mismo?

  27. Y no pensemos que basta para nuestra salvación presentar al altar un cáliz de oro y pedrería después de haber despojado a viudas y huérfanos. Si quieres honrar este sacrificio, presenta tu alma, por la que fue ofrecido. Esta es la que has de hacer de oro. Mas si ella sigue siendo peor que el plomo o que una teja, ¿qué vale entonces el vaso de oro? No miremos, pues, solamente de presentar vasos de oro, sino veamos si proceden de justo trabajo.

  28. Porque más precioso que el oro es lo que nada tiene que ver con la avaricia. La Iglesia no es un museo de oro y plata, sino una reunión de ángeles. Almas son lo que necesitamos, pues por las almas quiere Dios los vasos sagrados. No era de plata, en la cena última, la mesa aquella ni el cáliz en el que el Señor dio a sus discípulos su propia sangre. En cambio, ¡qué precioso era todo aquello y qué venerable, como lleno que estaba del Espíritu Santo!

  29. ¿Queréis de verdad honrar el cuerpo de Cristo? No consintáis que esté desnudo. No le honréis aquí con vestidos de seda y fuera le dejéis perecer de frío y desnudez. Porque el mismo que dijo: “Este es mi Cuerpo”, y con su palabra afirmó nuestra fe, ése dijo también: “Me visteis hambriento y no me disteis de comer”. Y: “En cuanto no lo hicisteis con uno de esos más pequeños, tampoco conmigo lo hicisteis”.

  30. Al hablar así no es mi intención prohibir que se hagan semejantes ofrendas. Lo que pido es que, juntamente con ellas, y aun antes que ellas, se haga limosna; el Señor acepta, ciertamente, las ofrendas, pero mucho más la limosna. En un caso, sólo se aprovecha el que da; en el otro, el que da y el que recibe. En las ofrendas puede tratarse sólo de asunto de ostentación; en la limosna, la caridad lo es todo.

  31. ¿Qué le aprovecha al Señor que su mesa esté llena toda de vasos de oro, si Él se consume de hambre? Saciad primero su hambre y luego, de lo que sobre, adornad también su mesa. ¿Haces un vaso de oro y no le das un vaso de agua fría? ¿Y qué provecho hay en que recubráis su altar de paños recamados de oro, si a Él no le procuráis ni el necesario abrigo? ¿Y qué ganancia hay en esto?

  32. Dime, en efecto, si viendo a un desgraciado falto del necesario sustento, le dejaras a Él que consumiera su hambre y tú te dedicaras a cubrir de oro la mesa, ¿es que te agradecería el beneficio o se irritaría más bien contra ti? Pues ¿qué si, viéndole vestido de harapos y aterido de frío, no le alargaras un vestido y te entretuvieras, en cambio, en levantar unas columnas de oro, diciéndole que todo aquello se hacía en honor suyo?

  33. ¿No diría que le estabas tomando el pelo y lo tendría todo por supremo insulto?Pues piensa todo eso sobre Cristo. Él anda errante y peregrino, necesitado de techo; y tú, que no le acoges a Él, te entretienes en adornar el pavimento, las paredes y los capiteles de las columnas, y en colgar lámparas con cadenas de oro. A Él, empero, no quieres ni verle entre cadenas en las cárceles.

  34. No saquemos, pues, a relucir lo que fue dicho por particular dispensación del Señor; leamos más bien las leyes todas que sobre la limosna se nos han dado tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento y pongamos el mayor ahínco en su cumplimiento. La limosna llega hasta a purificarnos de los pecados: “Dad limosna – dice el Señor – y todo será para vosotros puro”. La limosna es superior al sacrificio: “Misericordia quiero, no sacrificio” (Os 6, 6).

  35. Ella nos abre los cielos: “Porque tus oraciones y tus limosnas fueron recordadas en el acatamiento de Dios” (Hech 10, 14). La limosna es más necesaria que la virginidad, pues así fueron las vírgenes fatuas echadas de la sala de bodas y así fueron admitidas las prudentes. Sabiendo, pues, todo esto, sembremos generosamente, a fin de cosechar con mayor abundancia y alcanzar los bienes venideros, por la gracia y amor de Nuestro Señor Jesucristo, a quien sea dada gloria por los siglos”.

  36. La Acción Caritativa, distintivo del apostolado cristiano Concilio Vaticano II, Apostolicam Actuositatem, sobre el Apostolado de los Seglares, 8 “Todo ejercicio de apostolado tiene su origen y su fuerza en la caridad. Pero hay algunas obras que, por su propia naturaleza, ofrecen especial aptitud para convertirse en expresión viva de esta caridad; Cristo nuestro Señor quiso que fueran prueba de su misión mesiánica (cf. Mt 11,4-5).

  37. El mandamiento supremo de la ley es amar a Dios de todo corazón y al prójimo como a sí mismo (cf. Mt 22,37-40). Cristo hizo suyo este mandamiento del amor al prójimo y lo enriqueció con un nuevo sentido al querer identificarse Él mismo con los hermanos como objeto único de la caridad, diciendo: Cuantas veces hicisteis eso a uno de estos mis hermanos menores, a mí me lo hicisteis (Mt 25,40).

  38. Cristo, pues, al asumir la naturaleza humana, unió a sí con cierta solidaridad sobrenatural a todo el género humano como una sola familia y estableció la caridad como distintivo de sus discípulos con estas palabras: En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tenéis caridad unos con otros (Io 13,35).

  39. En sus comienzos, la santa Iglesia, uniendo el “ágape” a la cena eucarística, se manifestaba toda entera unida en torno a Cristo por el vínculo de la caridad; así en todo tiempo se hace reconocer por este distintivo del amor y, sin dejar de gozarse con las iniciativas de los demás, reivindica para sí las obras de caridad como deber y derecho propio que no puede enajenar. Por lo cual, la misericordia para con los necesitados y los enfermos y las llamadas obras de caridad y de ayuda mutua para aliviar todas las necesidades humanas son consideradas por la Iglesia con singular honor[1]. [1] Cf. JUAN XXIII, enc. Mater et magistra: AAS 53 (1961) 402.

  40. Estas actividades y estas obras se han hecho hoy día mucho más urgentes y universales, porque, con el progreso de los medios de comunicación, se han acortado en cierto modo las distancias entre los hombres, y los habitantes de todo el mundo se han convertido en algo así como miembros de una sola familia. La acción caritativa puede y debe abarcar hoy a todos los hombres y a todas las necesidades.

  41. Dondequiera que haya hombres carentes de alimento, vestido, vivienda, medicinas, trabajo, instrucción, medios necesarios para llevar una vida verdaderamente humana, o afligidos por la desgracia o por la falta de salud, o sufriendo el destierro o la cárcel, allí debe buscarlos y encontrarlos la caridad cristiana, consolarlos con diligente cuidado y ayudarles con la prestación de auxilios. Esta obligación se impone ante todo a los hombres y a los pueblos que viven en la prosperidad [1]. [1] Ibid., p. 440-441.

  42. Para que este ejercicio de la caridad sea verdaderamente irreprochable y aparezca como tal, es necesario ver en el prójimo la imagen de Dios, según la cual ha sido creado, y a Cristo Señor, a quien en realidad se ofrece lo que al necesitado se da; respetar con máxima delicadeza la libertad y la dignidad de la persona que recibe el auxilio;

  43. no manchar la pureza de intención con cualquier interés de la propia utilidad o con el afán de dominar[1]; cumplir antes que nada las exigencias de la justicia, para no dar como ayuda de caridad lo que ya se debe por razón de justicia; suprimir las causas, y no sólo los efectos, de los males, y organizar los auxilios de tal forma que quienes los reciben se vayan liberando progresivamente de la dependencia externa y se vayan bastando por sí mismos. [1] Cf. ibid., p. 442-443.

  44. Aprecien mucho, por consiguiente, los seglares y ayuden, en la medida de sus posibilidades, a las obras de caridad y a las organizaciones asistenciales, privadas o públicas, incluso las internacionales, con las que se hace llegar a todos los hombres y a todos los pueblos necesitados un eficaz auxilio, cooperando en esto con todos los hombres de buena voluntad”[1]. [1] Cf. Pío XII, aloc. a Pax Romana MIIC, del 24 de abril de 1957: AAS 49 (1957) 298-299; y, sobre todo, JUAN XXIII. Al Congreso de la “Food and Agriculture Organisation” (F. A. O.), del 10 de noviembre de 1959: AAS 51 (1959) 856 y 866.

  45. Del Catecismo de la Iglesia Católica, n.º 1397 La Eucaristía entraña un compromiso a favor de los pobres: Para recibir en la verdad el Cuerpo y la Sangre de Cristo entregados por nosotros, debemos reconocer a Cristo en los más pobres, sus hermanos (cf Mt 25, 40): Has gustado la sangre del Señor y no reconoces a tu hermano. Deshonras esta mesa, no juzgando digno de compartir tu alimento al que ha sido juzgado digno de participar en esta mesa. Dios te ha liberado de todos los pecados y te ha invitado a ella. Y tú, aún así, no te has hecho más misericordioso (S. Juan Crisóstomo, hom. I n°1 Co 27, 4).

  46. III. ORATIO De la profundidad de estos textos, ¿en dónde encuentro al Señor? ¿qué me dice? ¿qué le respondo? (Trabajo personal).

  47. IV. CONTEMPLATIO Me centro en Jesucristo caritativo, en la Iglesia fiel en la escuela de Jesús. “El alma debe dedicarse a una amorosa atención hacia Dios, sin actos particulares. En una palabra, debe comportarse pasivamente, sin esfuerzos personales, contentándose con una atención sencilla y amorosa, casi como una persona que tiene los ojos abiertos para mirar con amor”. S. Juan de la Cruz(CS 23).

  48. DISCRETIO ¿Qué luces he recibido? ¿Qué llamadas puedo formular? COLLATIO Intercambio en pequeños grupos. ACTIO Formulamos un compromiso en grupo

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